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Zaragoza: Otros cines en las tripas

Cine Renoir de Zaragoza

Desaparecidos y poco a poco olvidados, entre otros, los espacios Buñuel, Goya, Renoir, Fleta, o las tres salas Aragón, cercanas al Paseo de la Independencia, todavía queda al cinéfilo de Zaragoza la opción del Cine-Club Cerbuna, de Las Armas, del Centro de Historias o de la maltrecha y recortada Filmoteca; todavía le queda al aficionado tomar prestado un DVD de una de las bibliotecas públicas (si las encuentra abiertas) y verlo en su casa, quizá con algunos amigos.

¿Hay espacio en la ciudad, locales para un espacio que una a los que aman otro tipo de cines frente a las mismas películas proyectadas en multitud de salas de los centros comerciales?  Es posible que ese espacio exista en las tripas de Zaragoza, pero todavía no en su cabeza, ni en su corazón.  Pero lo que suceda en sus tripas es esencial para que surja la gran ilusión de una Zaragoza en la que quepa una sala de cine con carácter propio, permanente, que apoyada por sus vecinos, sea orgullo de la ciudad, que la represente, que le dé otra cara, más allá de lo económico, en busca de lo educativo, lo único que puede transformar y mejorar la ciudad.  No es imposible; su opción de existir está ahí desde hace tiempo.

Al cierre de las salas Renoir de Zaragoza,  David Trueba escribía: “Un cine cerrado es otro sueño que no encuentra su dueño”.  Los cines cerrados, en lo que se hayan convertido en cada caso particular, definen también -son un síntoma- de aquello en lo que una ciudad se ha convertido.  Eso será lo que somos.
Pero siempre se puede cambiar el rumbo.

De momento, de las tripas salen pequeñas iniciativas.  Siempre existirán.  Pero queda agruparlas, unirlas, para ver el cine en común, con alguien sentado en la butaca de al lado, alguien con el que entablar una conversación sobre lo que ve.  Mientras tanto, nunca se pudo acceder, por vías alternativas, a tanto cine, en versión original, libre.  Pero si no se comparte, la experiencia cinematográfica del espectador no es completa.  Es ausente, fría, aislada; rompe la acción.

Zaragoza tiene a sus guerrilleros del cine; les gusta la independencia.  Queda ver si finalmente, los generales cinéfilos, desahogados en sus cuarteles, deciden ponerse en primera línea de batalla y meterse en el barro.  Sólo ellos, unidos, pueden encabezar una primera línea de batalla y buscar esa sala de cine independiente.  Han de unirse en la refriega, con casco y fusil, para combatir por una ciudad mejor.  Mientras tanto, los avances técnicos dejan la esperanza de futuros cines en cualquier parte, en cualquier rincón.  Queda esa esperanza.  Quizá el cine esté en una encrucijada, pero acabe volviendo con mayor fuerza, más libre.

Texto: Sergio Casado @unnuevorenoir


 Cronología de un sueño por estrenar

El 10 de Mayo del 2012, tras quince años abiertos, los cines Renoir del Audiorama echaban el cierre. Pasados unos meses, a finales del 2012, tres de los trabajadores Carlos, Elena y Oscar, decidieron aunar esfuerzos para reabrir los cines. Se creaba un Nuevo Renoir.

Una cooperativa de microcine, sin ánimo de lucro cuyo primer objetivo fue el de concienciar sobre la necesidad de contar en Zaragoza con una sala en la que se proyectase un cine de calidad, un punto de reunión para cinéfilos que se desmarcase de las multisalas de centros comerciales. Desgraciadamente, para lograr la reapertura necesitaba una inversión de doscientos mil euros, sobre todo ligados al proceso de digitalización.

Un año después, en mayo del 2013 algunos medios de comunicación se interesaban por el proyecto y el ayuntamiento exploraba vías de colaboración siempre, claro está, que no les supusiese dinero alguno. Debido a la dificultad para reabrir en el antiguo local de los cines, decidieron dar un paso más alla de las redes sociales y empezar con proyecciones en otros locales. Por ejemplo, el 14 de junio del 2013, con la ayuda de la Universidad, se proyecta “Holy Motors” en el Cine del C.M Pedro Cerbuna.

Su última aparición se produce a punto de cumplirse dos años del cierre de los cines; en marzo del 2014, uniéndose al cine club de La Salle Gran Via para recordar a Alberto Sánchez, cinéfilo y cineasta, muy vinculado toda su vida al mundo del séptimo arte como fundador del citado cine club y fallecido en 2009. Para ello, el día 21 pasaban en el salón de actos del colegio el clásico del cine “Casablanca”.

A partir de entonces, debido a las dificultades encontradas para reunir loa apoyos necesarios, decidían ellos también echar el cierre a su iniciativa de “Un Nuevo Renoir”. Sin embargo, no han desaparecido, no del todo. Aun continúan trabajando en la sombra para lograr resurgir con más fuerza si cabe.

Texto: Redacción Subarbre