Dos de enero de 1951. Los periódicos españoles abren su primera edición del año con los mensajes de Año Nuevo de Franco; como es norma, los titulares a cinco columnas ocupan todo el ancho de los diarios, y ahí se desgranan los principales mantras del régimen en esos últimos años de autarquía: el dictador loa los logros alcanzados y, sobre todo, su propia visión de política internacional, en un momento en el que los países occidentales con Estados Unidos a la cabeza empiezan a soltar la correa sobre Franco por su posición anticomunista.
Hasta aquí, todo normal. Previsible. Sin embargo, en un diario falangista de Zamora, en esa primera página y baj o la obligada fotografía del “Caudillo” aparece un titular que llamará la atención de nuestra entrevistada: “Bombas atómicas a bordo de platillos volantes”
Ana Fernández Cebrián lleva a cabo su doctorado en la Universidad de Princeton (Estados Unidos) en Literatura e Historia Cultural, y su tesis trata sobre imaginarios sociales y cultura popular durante el franquismo; parte de su investigación se centra en las representaciones de la Guerra Fría relacionadas con la intervención americana en España en torno a las fechas de los Pactos de Madrid de 1953. En este artículo resumimos una extensa entrevista en la que nos avanza muchos aspectos de su trabajo.
Consideraciones a un relato
“El 51 es un parteaguas en cuanto a posibilidades que vive el régimen; es el primer crédito importante que llega de Estados Unidos”, y esto abre la puerta a una legitimación internacional. “Llama la atención como [en el Heraldo de Aragón] el sesenta por ciento de las noticias son de o desde Estados Unidos, ahí hay un imaginario muy potente, en el que el periódico, en lugar de estar hablando de arquitectura o gastronomía en Zaragoza traduce textos americanos”, como los relativos a la Guerra de Corea. Pero, nos recuerda Ana, es el año de la primera huelga importante tras la guerra, la de tranvías de Barcelona, que tendrá un intento de réplica en Madrid con una “huelga blanca” o de consumo. En 1951 se estrenan, también, Surcos -dirigida por Nieves Conde y con guión de Torrente Ballester- y Esa pareja feliz, de Berlanga. “Es el año también”, nos reconoce Ana “en el que nacen mis padres y el de una foto de mis abuelos en un solar en Las Fuentes” donde luego estarían las viviendas de tranviarios, es decir “de donde vengo, qué imaginarios he heredado”.
Conviene enmarcar bien el momento en que arranca la investigación. Nos hallamos en el momento en que el régimen pasa de la autarquía a la liberalización económica y al Plan de Estabilización de 1959. Es un momento de cambio, material y simbólico, el que elige Ana Fernández para introducir su investigación, bajo una serie de premisas. La primera, dice, “que yo no soy historiadora, analizo ficciones”, lo cual en el día de hoy supone hablar de cómo por ejemplo en Castellón se ha vendido un aeropuerto vacío como imán para atraer aviones “y eso es una fantasía colectiva”, la cuestión es “esa fantasía qué representa ”. Bien, pues un poco en la línea de Žižek cuando analiza ficciones sociales, la línea de trabajo es “analizar simbólicamente el paso a la economía de libre mercado”, viendo qué ficciones consume la gente “cine, novelas de a duro, tebeos”, producciones en las que “se hacen visibles cosas que no se están visibilizando”. “La ciencia ficción, por ejemplo, está relatando utopías socialistas encubiertas”; Bruguera, una editorial nutrida por represaliados, apuesta “por crear unos personajes inadaptados que están desnaturalizando todo el rato lo que el régimen está contando”, como el ejemplo más recurrente, Carpanta.
“Con todo este archivo me propongo ver los relatos que se repiten, las fábulas culturales recurrentes”. Pero para discernir qué es específico y qué es común a otras narrativas europeas y mundiales resulta necesario distanciarse, observar, por ejemplo, a los españoles que van al cine a ver Bienvenido Mr. Marshall como si fuera un extraterrestre, un poco siguiendo al antropólogo Marvin Harris en Vacas, cerdos, guerras y brujas.
Fábula 1, cuento de invierno de la autarquía.
“Es como los mitos del cargo. Es una ficción providencial (Jameson): en momentos de cambio de ciclo económico se producen cambios en la idea de fortuna y de valor”. En la España que deja de ser autárquica para ser intervenida (Joan Garcés) la gente está esperando que le caigan cosas del cielo, de “manera real o simbólica”. De hecho, lo que ocurre en estos relatos es que el subsidiario “dice dame la parte que me toca; son narrativas coloniales en las que la otra parte está esperando algo”. En Bienvenido Mr. Marshall es literal, los protagonistas esperan que les llegue el tractor, el clarinete que los americanos se conviertan en Reyes Magos.
Aquí el que entrevista saca gesto de incredulidad. Pero es verdad: “Franco en los años anteriores lo está diciendo en numerosas ocasiones: yo no soy un Rey Mago, esto no son los Reyes Magos”. De hecho, son los americanos los nuevos donantes, los benefactores, en un relato que se repite no solo en España, sino en multitud de territorios periféricos e intervenidos.
Fábula 2, encontrar tesoros e intervenidos.
Como territorio periférico e intervenido -bases, créditos,…-, el franquismo intenta generar un relato redentor en el que “España es riquísima en riquezas naturales, y es algo que se puede ver tanto en prensa del interior como la del exilio”. Hay una parte de provindecialismo, “pero también estamos en la época del milagro económico europeo, y aquí se quiere el milagro económico español; es una fantasía de normalización”.
“Aquí tenemos algo que los americanos quieren a toda costa”, señala Ana Fernández sobre dos títulos de la época, Todo es posible en Granada y Aquí hay petróleo. Y es algo que se repite con otro de los fenómenos culturales de la época, los avistamientos de platillos volantes, “los extraterrestres que vienen a llevarse nuestros minarales” (El caso dixit).
Sí, platillos volantes. ¿Puede ser coincidencia que coincidan ambos fenómenos (presencia americana e irrupción del OVNI como hecho cultural)? “No”, nos precisa, Ana, pero el problema no reside tanto en el fenómeno como en qué significa: “en Estados Unidos el extraterrestre es la amenaza, el comunista”, pero en España se dan varios rasgos peculiares, “primero, el marciano hace hablar al subalterno [al que observa]”, pastores, campesinos, gente, en suma, sin voz. “Además los avistamientos son colectivos, no hay abducciones, son espectáculos de multitudes”, y en las escasas ocasiones en que hay contacto, como en Lécera, el contexto es muy determinado, “un aeródromo de la Guerra Civil, donde el lugareño explica que vio dos hombres rubios que hablaban un lenguaje extraño”. Para acabar, “y esto lo tengo muy en mantillas”, no sabemos quién es el extraterrestre, qué hay detrás de él, y, en definitiva cómo “en España el fenómeno OVNI deriva en costumbrismo”, una evolución que culminaría en el imaginario recogido en El Milagro de P. Tinto.
Hay muchos rasgos de la sociedad española que cambiaron en aquellos días. El turismo, la industrialización, el éxodo rural, la presencia americana -la física, pero sobre todo la cultural-, son todo procesos de mutación profundos que necesitaban de una narración en un régimen que no permitía que ésta se desarrollara libremente.
Pronto más
Ana Fernández Cebrián sigue investigando; en unos meses acabará su tesis y podremos conocer nuevas fábulas que se esconden en los relatos culturales del franquismo, muchas de ellas que asomaron en la conversación que mantuvimos con ella y que no han tenido cabida aquí. Para que no se queden en el tintero seguiremos hablando con ella, la tendremos en Subarbre y averiguaremos más sobre el origen de nuestros imaginarios, y de como estos entroncan con nuestra realidad social.
Texto: Lorién Jiménez @desiertodesara